domingo, 28 de agosto de 2011

Capuchinos

"¿Usted no se ha fijado en el empaque con que andan los cordobeses por aquí?", me comentó un día el capellán de San Jacinto. Y es cierto. Dicen que hay personas que se calzan las botas camperas y vienen a la plaza a escuchar sus pasos. Las sensaciones que envuelven al viajero son contradictorias: al entrar en la plaza percibe una estremecedora emoción, pero, el mismo tiempo, se siente amparado por la franciscana sencillez del entorno. Este "rectángulo de cal y de cielo", repitamos, tiene sus horas; las mejores son, sin duda, las primeras de las mañanas de verano, las noches de luna llena y los atardeceres con nubes arreboladas. Toda su intimidad se desvanece por Semana Santa, cuando nazarenos y devotos inundan la plaza para arropar las imágenes de la Paz y los Dolores –dos estilos de vírgenes, Sevilla y Córdoba–, mientras una gitana canta una saeta desde el azulejo que decora la fachada del templo mariano.

De Rincones de Córdoba con encanto, a través de la cordobapedia.

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