miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Merced

Claustro del Palacio de la Merced.

(...) Una vez concluida la iglesia debió realizarse el claustro principal, terminado hacia 1752. Es de planta cuadrangular y está formado por dos pisos; el bajo es porticado y presenta arcos de medio punto sobre pares de columnas toscanas. El segundo piso es cerrado y tiene pilastras, ornamentadas con placados, y balcones en los espacios intermedios. En el centro luce una gran fuente de mármol negro. Todo el conjunto va profusamente decorado, destacando la cornisa con pinjantes y la pintura que recubre los elementos ornamentales, que refuerza su estética barroca.

jueves, 2 de octubre de 2008

Al final de la ribera.

Ermita de los Santos Mártires

Ermita construida entre 1880 y 1881 por Felipe Sainz de Veranda, arquitecto municipal.

Construido sobre los terrenos del antiguo Convento de los Santos Mártires con motivo de la ampliación del Paseo de la Ribera desde el Molino de Martos hasta el Campo Madre de Dios, su fachada principal presenta dos cuerpos y hastial de sillares de piedra, con portada algo apuntada y ligeramente abocinada.

viernes, 16 de mayo de 2008

miércoles, 14 de mayo de 2008

Califa.

Monumento a Manolete, pl. del Conde de Priego.

Tras la muerte del torero cordobés Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete" fue grande el clamor popular para homenajear al torero más grande que había dado las tierras cordobesas. En mayo de 1948 y por iniciativa del concejal del Ayuntamiento Francisco Cabrera, el entonces alcalde de la ciudad Rafael Salinas descubre un busto en la Plaza de la Lagunilla donde vivió durante muchos años el torero. Para ello se compró el busto que el escultor Juan de Ávalos había realizado de Manolete en bronce, réplica del original de mármol.

martes, 22 de abril de 2008

martes, 4 de marzo de 2008

La Cruz del Rastro.

Lo tomo prestado del blog Puerta de Osario; os animo a visitarlo como yo lo hago.

El pequeño e ignorado monumento que ha existido siempre al final de la calle de la Feria o de San Fernando, ya en la Ribera, tiene tras de sí una historia, que no leyenda, trágica y vergonzante.

Corría la Semana Santa del año 1473. El día 17 de abril, Jueves Santo, sin que haya acuerdo en esta fecha, la cofradía de la Caridad salió a la calle para celebrar su procesión. Eran buenos tiempos para sus cofrades, porque la reciente fundación del hospital de la Caridad en la plaza del Potro estaba a punto de ser avalada por los Reyes Católicos y acumulaba ya rentas y privilegios.

La comitiva iba pasando por las Herrerías, calle después conocida como Carrera del Puente y que discurre paralela a la Ribera hasta la Mezquita. En ese momento, una mujer dejó caer desde una ventana un montón de desperdicios sobre el manto de la Virgen. Rápidamente, y como resultado de las tensiones religiosas que se vivían en la Córdoba del siglo XV, se culpó del incidente a los judíos de la ciudad, surgiendo líderes espontáneos que llamaron a la venganza.

La multitud, mientras la imagen era recogida por los cofrades, se dispersó por la ciudad, entrando en las casas de las familias judías para matar, robar e incendiar, prolongándose el terror durante cuatro días. Columnas de humo se elevaban sobre Córdoba, especialmente en el llamado barrio de la Judería, símbolo de las envidias y odios acumulados durante siglos hacia la prosperidad de los sefardíes.

Al cuarto día, para poner fin a tanta violencia, el noble Alonso de Aguilar se dirigió al Rastro, hoy Ribera, donde el herrero de San Lorenzo Alonso Rodríguez arengaba a la gente. Allí volvió a estallar la tensión, cuando el paisano ignoró las peticiones de detener la persecución, enfrentándose los dos bandos y atravesando don Alonso de Aguilar al herrero con su lanza. Los partidarios del noble persiguieron a los alborotadores hasta San Francisco, donde se refugiaron.

Más calmados los ánimos, varios compañeros del fallecido llevaron su cadáver hasta su parroquia, donde se dispusieron a velarlo.

Un grito resonó en la iglesia de San Lorenzo en la mañana del día siguiente. El herrero había movido un brazo. Nunca se supo si había sido un movimiento provocado por su perro, que andaba por allí, o un signo divino, pero evidentemente se tomó como lo segundo. Y así, sintiendo justificado por los cielos el objetivo de su persecución, las masas retomaron su tarea de erradicación de las familias judías y conversas de la ciudad.

Don Alonso, algo harto ya de la ausencia de ley, reunió a sus hombres y salió al encuentro del grupo ahora comandado por el noble don Diego Aguayo, al que encontró en las cercanías de San Agustín. Pero esta vez no sólo no pudo convencerle u obligarle a que renunciara a seguir con su comportamiento, sino que se vio forzado a huir y a refugiarse en el Alcázar, desde cuyas torres pudo comprobar cómo segían ardiendo muchas casas de Córdoba. Acompañaban a don Alonso sus fieles, y también numerosos judíos que veían en su espada y en las piedras de la fortaleza su única posibilidad de salvar la vida en aquella ciudad enloquecida.

Sólo cuando la sed de venganza estaba saciada y el número de muertos era lo suficientemente alto, pudo salir del Alcázar el caballero con los suyos, ofreciendo el perdón a los sublevados, y conminando a los judíos a abandonar la ciudad, o bien a volver a ocupar su antiguo barrio propio, cerca de la puerta de Almodóvar.

Con gran arrepentimiento por considerarse el origen de tanto dolor, la hermandad de la Caridad decidió que nunca se olvidaran aquellos días. Para ello, colocó una lápida en el patio del convento de San Francisco, así como una cruz sobre un pedestal en el antiguo Rastro, en la Ribera.

Esta cruz fue barrida por el tiempo, recuperándose su memoria en 1814, cuando se colocó una nueva sobre dos arcos recién construidos al final de la calle de la Feria. Su derribo a causa de las obras del murallón, en 1852, hizo pensar que aquél había sido el último episodio de esta historia. Sin embargo, en 1927 se instaló la actual, que después de una reciente restauración continúa rememorando uno de los acontacimientos más tristes de los vividos por nuestra capital.

Gracias José Alberto por el blog que tienes y mantienes.

domingo, 24 de febrero de 2008

domingo, 17 de febrero de 2008

Experto cirujano.

Muhammad Al-Gafequi
Muhammad Ibn Qassoum Ibn Aslam Al-Gafequi oculista árabe, nació en Belalcázar en el siglo XII y murió en Córdoba en 1165. Era experto en la operación de cataratas, en las enfermedades oculares y el iris. Autor de un tratado de oftalmología, llamado "Guía del oculista", cuyo manuscrito original se conserva en la biblioteca del Monasterio del Escorial. La ciudad de Córdoba con motivo del VII centenario de su nacimiento le levantó en 1965 un busto frente a la Facultad de Filosofía y Letras, en la Plaza del Cardenal Salazar.

Edito: Tal y como indica Mizar en los comentarios, el busto es obra de
Miguel Arjona Navarro. ¡Gracias por el apunte!.

jueves, 14 de febrero de 2008